El petróleo, tesoro escondido bajo tierra como el de los piratas ya pasados de moda (ahora se piratea de manera diferente y no solo en los mares), es también conocido como el “oro negro”, y también se lo ha calificado como “oro del diablo” porque por poseerlo se han producido guerras, genocidios, invasiones, etc. Y la política internacional se suele regir en buena parte por lo que ocurre con el petróleo.

En nuestro país ha provocado el derrocamiento de más de un mandatario (Abdalá, entre otros, en 1997) por la intención de acabar con el subsidio que viene rigiendo “hace fúúú”...Y solamente enunciar el propósito podría causar protestas.

Precisamente, ahora está sonando el “run run” de que tanto la gasolina que mueve los vehículos y las fábricas, y el gas que se usa en la mayoría de las cocinas familiares, tendrían un nuevo precio porque con la iliquidez con que nos dejó el correísmo (con la falsedad de “la mesa servida”), que precisamente gozó de las delicias de una fortuna que le otorgó la subida del precio del barril a más de 120 dólares y que la corrupción la agotó en un 2 por 3, Lenín ahora se ve obligado a sacar fondos de donde sea. Y sobre todo, aunque todavía no “achique el Estado” como prometió, con la tesis de que no se puede seguir con precios ficticios.